Partida / Oportunidad

El levantamiento de la carpa instalada por la gente del campo fue seguramente esta semana el primer gesto de sensatez y coherencia que acerca el discurso a la acción.
El levantamiento de la carpa instalada por la gente del campo fue seguramente esta semana el primer gesto de sensatez y coherencia que acerca el discurso a la acción.
Desde el discurso, en principio, por improvisados oradores, se visualizó a un sector que pedía cambios en la forma de llevar adelante las políticas de parte del gobierno nacional y consiguió movilizar a la sociedad en forma homogénea, dejando de lado viejas antinomias entre campo y ciudad.
Seguir con la carpa era desvirtuar y quitar la seriedad del reclamo, trasformarse en parte del circo, perder la oportunidad de continuar fortaleciendo por medio de la demanda justa lo que está determinado en la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que es la participación ciudadana.
Interpretar la letra de nuestra Constitución violando la ley no es posible. Es como correr tras un caníbal y comérselo cuando se lo atrapa.
Ahí esta el meollo de la cuestión que marca las diferencias entre el verdadero proceder democrático y los altisonantes discursos que solo logran irritar a quienes se sienten ciudadanos plenos, mas allá de los colores políticos. Más allá de las clases sociales.
Es subestimar a quienes trabajamos para un país que siga creciendo en esta oportunidad histórica de ser vistos internacionalmente como posibles proveedores de materias primas y diferentes alimentos que otras naciones carecen.
Sin olvidar por supuesto la provisión de nuestro mercado interno.
Si la política decepcionó a los ciudadanos y los impulsó a salir con ruidosas cacerolas como metodología de reclamo, hoy se debe dar un paso adelante, porque ninguna cacerola podrá suplantar un reclamo de voz firme defendiendo un derecho.
La ciudadanía se cimienta por medio del diálogo, los consensos, el respeto por el otro, el distinto y por sobre todo, dando participación a las circunstanciales minorías.
No hay necesidad de grupos con amenazantes palos en las manos, ni las caras tapadas con pañuelos. Así no se construye.
No es necesario arengar a las tomas de las instituciones, abusando de los micrófonos que deberían estar para otros tipos de discursos. Así no se pacifica.
Más todavía. Esos discursos que reflejan en la televisión rostros crispados con gestos de fiereza, solo incitan a la violencia que nos retrotraen a lo peor de la pasada historia que la mayoría de los argentinos intentamos superar.
Que no es lo mismo que olvidar, porque un país es su historia con aciertos y errores.
Lo mismo que los partidos políticos.
No será seguramente desde el reto y la amenaza constante que podamos fortalecer una República Argentina pluralista, con una democracia de partidos políticos fortalecidos, donde no tengan cabida los que se creen imprescindibles y únicos salvadores de la patria.
La patria es algo serio. Me viene a la memoria una frase que una vez leí en la ilustrada provincia de Córdoba.
Patria no es el suelo que se pisa, es el suelo que se cultiva. Es la participación de todos.

Por Irma Gerch.

fuente: ucr capital